sábado, 1 de octubre de 2011

3:49

Hasta el silencio te recuerda, tal como eras. Si ya no llueve y ni el leve viento corre, todo ha quedado paralizado, perpetuo. Desde Neruda hasta el canto de los pájaros por la mañana, cuando me desvelo, casi siempre, todo me remite a lo mismo. Los recuerdos vienen, me invaden sin previo aviso, se apoderan de lo que soy y me estropean. 
Pregunto, ¿Hasta cuando brillarán con tal intensidad? Y es que todo en mi desea apaciguar esas aguas. Y es que no logro seguir con la vida cotidiana, la que tenía antes. Sin ir mas lejos, existir en este instante es tratar de no ser yo, es decir debo rearmar lo que soy, con todo lo que eso implica. Me cuesta billones. 
Me atrevo a decir, sin miedo al ridículo, que este duelo es más difícil que la vida misma. Es mas crudo que la crudeza misma. Mas cruel que hasta lo que hasta este momento consideraba cruel. Entre idas y venidas, paso los días, estoy destruido. Debo considerarlo parte del todo que sigue un curso, debo reconocer que estoy padeciendo para sentirme vivo. 
Todo el mundo es o se siente ser opinólogo, lo cual esta bien, pero nada es tan fácil como opinar. No puedo hacer nada de lo que hacia antes, leer nada, escuchar nada. La mente no funciona. 

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