domingo, 4 de diciembre de 2011

Lima.


...Cuando te fuiste, todo se transformó. Y en cierta forma dejó de existir. A partir de ese instante comencé a considerar un mar sin la tibia brisa que brota los parpados, un amanecer sin trazos, una pintura sin claroscuros. Comencé a darme cuenta que carece de sentido caminar sobre la arena sin estar descalzo, comencé a sentir la negación de las cosas en su totalidad. 

Cuando partiste sin zarpar, se hicieron ausentes todas las miradas, las que aun estoy buscando, entre grietas, entre antiguas arboladas. Todo te llevaste o tal vez nada traje conmigo. (Y me resulta imposible actuar, interactuar). Mientras este escrito se pierde con los segundos, con las pausas, con los murmullos.

Cuando seguiste viviendo, mientras yo moría en todos los sentidos y en todos los rincones del alma; cuando estuve literalmente sin vos, sin mi, porque lo único que quedó fueron mis palabras, era vergonzosamente irreconocible; en ese preciso instante, aterrador instante por cierto, sentí cientos de imágenes, de canciones, aromas, lugares, desplomarse miserablemente como la lentitud de los días desploma las hojas en otoño; socavar mis entrañas como las mareas lo hacen con los acantilados de Lima… 


[Otro escrito de los días de fiebre, Salud] 

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