En la sabia y la nostalgia, la marejada alborota
Y el tiempo a cuenta gotas, destruye lo que
el viento sopla
Huye el miedo, temiendo vivir en vano
Mientras nada la tristeza en el océano angustiosamente
salado
Este frío cínico no pertenece a este cuerpo
Tampoco la rabia insulsa, ni el subterráneo desconsuelo
Nada tiene que ver conmigo lo incierto, menos la cara de
pánico blanco
Sobre este pecho nadie, nada
Sobre estas manos, que nadie haga nada
Este frío interminable no pertenece a mi alma
Ni a mis brazos, ni a mis piernas, mucho menos a mis dedos
que escriben